martes, 16 de septiembre de 2014

Oña (Burgos)

OÑA (BURGOS)

Alguien puede sorprenderse de que anime a visitar Las Merindades partiendo desde Cantabria, pero, si nos paramos a pensar y echar cuentas, comprobaremos que a este destino se tarda el mismo tiempo que desplazarnos a Fuente Dé. Más o menos como una hora y cincuenta minutos: 146 kilómetros desde la puerta de casa. Esta propuesta está destinada a aquellos viajeros que eligen este enclave con el fin de moverse por la cornisa cantábrica y que tienen tiempo suficiente como para conocerlo.

Recorrer el norte de la provincia de Burgos es un placer por su naturaleza singular. Ya antes de llegar a nuestro destino habremos disfrutado mirando a uno y a otro lugar: es un paisaje de transición entre el verdor del norte y la aridez de la meseta castellana. Aunque la ruta también nos llevará a Frías, mi consejo es primero conocer esta localidad. Nos sorprenderá la afluencia de visitantes es menor que en cualquiera de los centros turísticos de Cantabria.

Este recorrido lo realizamos a finales de agosto y daba gusto saborear la mañana recreando la vista por los valles y montes que íbamos recorriendo.


En Oña hay una parte importante de edificación reciente y que no tiene mucho que ver con la arquitectura tradicional, por lo que nos dirigiremos al centro, a la soleada plaza donde se encuentra la Oficina de Turismo; nos propondrán un plan para pasar tres o cuatro horas plenas de actividades pero no agobiantes.

IGLESIA ABACIAL DEL MONASTERIO DE SAN SALVADOR.


Esta reja que está detrás de un sepulcro es del siglo XII.
Es la visita más seria de la jornada, aunque tiene la ventaja de que las explicaciones de la guía son lo suficientemente escuetas y precisas como para recorrer las dependencias sin fatiga mental. Algunos detalles que llaman la atención del visitante profano son los siguientes. En primer lugar, el acceso a través de una escalinata, la fachada y las vistas que hay de la plaza desde allí merecen la pena. Aparte de esto y de la antigüedad de todas las dependencias religiosas ligadas al nacimiento de Castilla, nos encontraremos con un panteón real y nobiliario que presenta la peculiaridad de que los sarcófagos son de madera, material que no suele ser el habitual en los enterramientos de gente tan señera. El altar y alguna imagen tallada, sobre todo de un Cristo yacente románico, llaman también la atención. En la sacristía encontramos muestras de tejidos del siglo XI: son pequeños detalles que se ofrecen a modo de deleites pasajeros y únicos. Además, es una iglesia en la que podremos admirar la evolución arquitectónica de todos los estilos que iremos viendo a medida que vayamos recorriendo el templo y el convento: el Románico, el Gótico, el Renacimiento —la sacristía es herreriana— y el Barroco. La verdad es que recordando la visita hay más puntos de interés que los que en un principio había querido resaltar, pues también hay que mencionar la amplia sillería del coro y el claustro gótico, obra de Simón de Colonia, donde por fin nos podremos explayar tirando todas las fotos que nos han prohibido sacar en el anterior recorrido de la visita.

TORRE DE SAN JUAN, MUSEO DE LA RESINA
Ya fuera, la siguiente propuesta, será subir a la torre anexa a la iglesia de San Juan. En el breve espacio que ha dejado la escalera de acceso a la parte más alta del campanario, hay un museo dedicado a la resina, pues hasta hace no muchos años, una ocupación tradicional era la extracción de esta sustancia de los numerosos pinares de la zona. A lo mejor ya nuestro nivel de atención ha disminuido, pero merece la pena un esfuerzo para leer las pequeñas explicaciones de los paneles informativos con el fin de formarnos una idea de la importancia de la resina, no en estos momentos, pero sí hasta hace nada.


JARDINES BENEDICTINOS: EL JARDÍN SECRETO

Y casi sin parar podemos recorrer este espacio anexo al convento, cuya visita se realiza libremente y sin coste alguno para el viajero. El monasterio, gestionado por los jesuitas en su etapa más tardía, albergó una numerosa colonia de estudiantes, casi como si fuera un centro universitario; de ahí la extensión de los edificios y del jardín aledaño. El complejo urbanístico está en desuso y medio abandonado, sin embargo, he ahí la genialidad de los responsables de potenciar la idea, han logrado resaltar ese patrimonio de interés paupérrimo con la integración dentro del mismo de un moderno espacio de exhibición artística: a medida que vayamos recorriendo el jardín descubriremos esculturas —unas más clásicas, otras más vanguardistas—, pinturas, fotografías, montajes diversos… que nos van a sorprender gratamente. Estas exposiciones, que son temporales, varían en cuanto al tema. Este año era el viento; el anterior, el agua. Y al final, una sorpresa: descubriremos una explotación piscícola del siglo XIX que criaba truchas y anguilas. Está formada por varios estanques que recogen el agua de un abundante manantial. Su canal, en sus buenos tiempos, era surcado hasta por una barca.










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Sinopsis

El asesinato de un diputado en un museo de Madrid lleva a un inspector inexperto a Salamanca, circunscripción por la que es electo el difunto. Durante la estancia en la ciudad se adentrará en el mundo académico, político y social en busca de indicios que expliquen los motivos que han llevado al verdugo a cometer tal atrocidad. El proceso indagatorio conducirá al detective a plantearse alguno de los principios por los que ha de regirse en su oficio, después de entrevistarse con testigos poco habituales que no parecen entristecerse con la muerte del político y que no aportan datos significativos del caso.

El ambiente de la localidad universitaria de principios de los noventa del siglo pasado, extraño para el protagonista, más la resolución del caso, le dejarán la sensación de fracaso de su valía profesional y, sobre todo, del papel que le corresponde como agente al servicio de la justicia.